viernes, 3 de agosto de 2012

El caballero de Chaucer


Las virtudes caballerescas en Chaucer

El relato del caballero revela algunas verdades prácticas sobre el código de la caballería.

Por Scott Farrell

2003




Había un caballero, el hombre más distinguido…

Así comienza la descripción del caballero en los “Cuentos de Canterbury” de Chaucer. Chaucer escribía sobre este anónimo caballero en 1386, cuando comenzaba a trabajar en lo que muchos estudiosos consideran como la primera “novela” que se haya escrito. La descripción del caballero (y de todos los peregrinos que cuentan sus historias) se encuentra en el Prólogo.

Chaucer vivió y escribió en una época en la que auténticos caballeros en brillante armadura aún cabalgaban y combatían en batallas, justas y torneos. Por esto, su concepto de caballería es mucho más realista que el de autores posteriores que miraban hacia la pasada Edad Media en una especie de fantaseo romántico. ¿Cómo describía la caballería un autor medieval? La descripción contemporánea de Chaucer sobre este caballero arroja luz sobre el espíritu de la caballería:


“Había un caballero, el hombre más distinguido
quien desde el día en que comenzó
a cabalgar por las tierras, había seguido la caballería,
con verdad, honor, generosidad y cortesía.
Actuó noblemente en las guerras de su rey,
y cabalgó a la batalla, tanto como el que más,
en tierras cristianas, así como en la paganas,
y siempre honrado por sus nobles gracias…
A los ojos de todos, tan valioso como un rey
Y aun siendo tan distinguido, también era prudente,
y en su porte, modesto como una doncella.
Jamás había dicho algo grosero a nadie en toda su vida
en ninguna circunstancia.
Era un auténtico, un perfecto y gentil caballero.
Hablando de su equipo, tenía buenos caballos,
Pero no vestía llamativamente,
Usaba un manto de fustán, oscuro y manchado,
Con marcas donde la armadura había dejado su huella.
De regreso a casa, cumplido su servicio,
se había unido a  nuestro grupo,
para peregrinar y dar gracias.”


En esta breve descripción, Chaucer ofrece un examen de los valores que, a su juicio al menos, conformaban el Código de la Caballería. Habiendo sido convocado para servir al reino, el caballero cumplió con su deber brava y valientemente. Pero a pesar de sus éxitos y renombre, el caballero no era un fanfarrón. No hacía ostentación de su riqueza ante la gente con la que viajaba, sino que por el contrario, era generoso y honesto. Y, de regreso de un arduo servicio en el extranjero, elige no solazarse en su gloria, sino hacer un viaje piadoso como muestra de gratitud.

Leamos alguna novela histórica de nuestro tiempo –como el best seller de James Patterson “El bufón” o el de Bernard Cornwell, “Hereje”- y veremos una imagen muy diferente de un caballero: duro y temerario, egoísta y con frecuencia brutal. Son buenos libros, basados en incidentes históricos reales, pero los autores modernos escriben historias para lectores que se identifican con personajes desvalidos que chocan con las ligaduras de las costumbres sociales. Chaucer nos recuerda que no todos los caballeros eran patanes hipócritas. El perfecto caballero de los “Cuentos de Canterbury” es un buen ejemplo de Caballería Hoy.


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